2 LOS PELIGROS RELACIONADOS CON LA VIDAS FUTURAS

Aspecto objetivo.

Nuestra susceptibilidad al daño y al peligro no termina con la muerte. Desde la perspectiva de la enseñanza del Buddha, el hecho de la muerte es el preludio de un nuevo nacimiento y, por lo tanto, el pasaje potencial hacia un ulterior sufrimiento. El Buddha enseña que todos los seres vivos unidos por la ignorancia y la avidez están sujetos a renacer. En tanto que esa causa básica para seguir existiendo permanezca intacta, la corriente individualizada de existencia continúa después de la muerte, heredando las impresiones y predisposiciones acumuladas en la vida anterior. No hay un alma que transmigre de una vida a la siguiente, sino un flujo de consciencia que surge a raíz de la muerte en una nueva forma adecuada a las propias tendencias dominantes.

El renacimiento, según el Buddhismo, puede tener lugar en cualquiera de los seis reinos de la existencia. El más bajo de los seis es el de los infiernos, regiones de dolor severo y tormento donde las malas acciones recibirán su expiación debida. Luego viene el reino animal, donde prevalece el sufrimiento y la fuerza bruta es el poder gobernante. El siguiente es el reino de los “espectros hambrientos” (petavisaya), seres oscuros que sufren de fuertes deseos que nunca pueden satisfacer. Por encima de ellos está el mundo de los humanos, con su consabido equilibrio de felicidad y sufrimiento, de virtud y maldad. Luego viene el mundo de los semidioses (asura), seres titánicos obsesionados por los celos y la ambición. Y en la cima se erigen los mundos celestiales, habitados por los devas o dioses.

Los tres primeros reinos de renacimiento -los infiernos, el reino animal y el reino de los espectros- junto con los asuras, se llaman los “malos destinos” (duggati) o “plano de la desdicha” (apaya-bhumi). Reciben estos nombres debido a que, en ellos, se da la preponderancia del sufrimiento. El mundo de los humanos y los mundos celestiales son llamados, por el contrario, los “destinos felices” (sugati), ya que se da un predominio de la felicidad. El renacimiento en los destinos nefastos se considera especialmente lamentable, y no sólo por el sufrimiento intrínseco que implican, sino también por otra razón: el renacimiento allí es calamitoso porque lograr salir de ellos es extremadamente difícil. Un renacimiento afortunado depende de la realización de acciones meritorias, pero los seres que se encuentran en esos destinos nefastos encuentran poca oportunidad de hacer méritos, de ahí que el sufrimiento en estos reinos tienda a perpetuarse en un círculo muy difícil de romper.

El Buddha dice que si un yugo con un solo agujero flotara al azar en el mar, y una tortuga marina ciega saliera a la superficie una vez cada cien años, la probabilidad de que la tortuga introdujera su cuello a través del agujero del yugo sería mayor que la de un ser en los destinos nefastos de recuperar la condición humana. Por estas dos razones -a causa de su sufrimiento inherente y por la dificultad de escapar de ellos- el renacimiento en los malos destinos es un grave peligro que concierne a la vida futura y para el que necesitamos protección.


Aspecto subjetivo.

La protección frente una caída en el plano de la desgracia no puede obtenerse de los demás. Sólo se puede conseguir evitando las causas que conducen a un renacimiento desafortunado. La causa para renacer en cualquier plano específico de existencia está en nuestro kamma, es decir, nuestras acciones voluntarias y voliciones. El kamma se divide en dos clases, el sano y el insano. El primero se compone de las acciones motivadas por el desprendimiento, la bondad y el entendimiento; el segundo son las acciones motivadas por la codicia, el odio y la ignorancia. Estas dos clases de kamma determinan el renacimiento en los dos planos generales de la existencia: el kamma saludable lleva al renacimiento en destinos felices y el karma malsano produce el renacimiento en los destinos fatales.

No podemos borrar los malos destinos en sí; éstos continuarán existiendo tanto como lo haga el mismo mundo. Para evitar el renacimiento en esos reinos, lo único que podemos hacer es mantenernos vigilantes con nosotros mismos, controlar nuestras acciones para que no alcancen los cursos perjudiciales que llevan a una inmersión en el plano del sufrimiento. Pero para evitar generar kamma insano, necesitamos ayuda, y eso es así por dos razones fundamentales.

La primera razón por la que necesitamos ayuda es porque las posibilidades de actuar son tan numerosas y variadas que a menudo no sabemos qué camino tomar. Algunas acciones son obviamente sanas o insanas, pero otras son difíciles de evaluar, lo que nos lleva a la confusión cuando nos enfrentamos a una disyuntiva. Para elegir correctamente, necesitamos de orientación o consejo –las indicaciones claras de alguien que conozca los valores éticos de todas las acciones y los caminos que conducen a los distintos reinos de la existencia-.

La segunda razón es que necesitamos ayuda porque, aun cuando podemos discernir entre lo correcto y lo incorrecto, a menudo estamos obligados a ejercer el mal en contra de nuestro mejor juicio. Nuestras acciones no siempre siguen el consejo de nuestras decisiones desapasionadas. A menudo son impulsivas a instancia de impulsos irracionales que no podemos dominar o controlar. Al ceder a estas pulsiones, provocamos nuestro propio daño, incluso mientras observamos impotentes que lo hacemos. Tenemos que conseguir el dominio de nuestra mente para lograr poner nuestra capacidad de acción bajo el control de nuestro mayor sentido de sabiduría. Pero esto es una tarea que requiere disciplina.

Para aprender la forma correcta de disciplina, necesitamos las instrucciones de alguien que comprenda el funcionamiento sutil de la mente y que pueda enseñarnos cómo vencer las obsesiones que nos impulsan a patrones autodestructivos de conducta. Debido a que estas instrucciones y quien las proporciona nos ayudan a protegernos del daño futuro y el sufrimiento, pueden considerarse como un refugio genuino.

Así pues, ésta es la segunda razón para ir por refugio –la necesidad de lograr el dominio
sobre nuestra capacidad de acción a fin de evitar caer en destinos nefastos en vidas futuras-.

Explicado por Bhikkhu Bodhi

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