En primer lugar hay que considerar el Buddha como refugio. Por un lado, la palabra
“Buddha” se refiere a una figura particular -el hombre Siddhattha Gotama que vivió en la India en el siglo V aC-. Cuando tomamos refugio en el Buddha, nos refugiamos en esta persona, pues él es el maestro del Dhamma y el fundador histórico del Buddhismo. Sin embargo, yendo a él por refugio, no nos refugiamos en él estrictamente como persona. Nos apoyamos en él como el Buddha, el Iluminado, y esto tiene un significado que trasciende los límites de la experiencia empírica y el hecho histórico. Lo que permite que el Buddha actúe como refugio es su realización de un logro supramundano. Este logro es el estado de Buddheidad o iluminación perfecta, un estado al que han llegado otras personas en el pasado y al que llegarán otras en el futuro. Aquellos que consigan alcanzar este estado son Buddhas. Cuando tomamos refugio en el Buddha, confiamos en él como refugio porque encarna en sí mismo este logro. Es su Buddheidad lo que hace del Buddha un refugio.
Pero ¿qué es la Buddheidad del Buddha? De manera concisa, la Buddheidad del Buddha es la suma total de las cualidades de esa persona llamada Gotama que lo convierten en un Buddha. Estas cualidades se puede resumir como el abandono de todos los defectos y la adquisición de todas las virtudes.
Los defectos abandonadas son las impurezas (kilesa), junto con sus impresiones residuales (vāsanā). Las impurezas son fuerzas mentales aflictivas que provocan corrupción interna y perturbación, y motivan acciones insanas. Sus principales componentes son la codicia, el odio y la ignorancia, de las que se derivan todas las contaminaciones secundarias. En el Buddha estas corrupciones han sido abandonadas total, completa y definitivamente. Han sido totalmente abandonadas en cuanto que han sido destruidas sin dejar ningún remanente; abandonadas por completo en cuanto han sido destruidas de raíz; y han sido abandonadas definitivamente por cuanto no podrán surgir de nuevo en el futuro.
Las virtudes alcanzadas por el Buddha son muy numerosas, pero hay dos que destacan como fundamentales: gran sabiduría (mahāpañña) y gran compasión (mahā-karuṇā). La gran sabiduría del Buddha tiene dos aspectos -amplitud de ámbito y profundidad de visión-. Mediante la amplitud de ámbito de su sabiduría, el Buddha comprende la totalidad de los fenómenos existentes; mediante su profundidad de visión, entiende el modo preciso de existencia de cada fenómeno.
La sabiduría del Buddha no se atiene solamente a la contemplación pasiva, sino que emite gran compasión. Con su gran compasión, el Buddha se pone a trabajar por el bienestar de otros. Él asume la carga de trabajar duro por el bien de los seres sensibles, de forma activa y sin miedo, con el fin de conducirles a la liberación del sufrimiento.
Cuando buscamos refugio en el Buddha, recurrimos a él como la encarnación suprema de la pureza, la sabiduría y la compasión, el maestro incomparable que puede guiarnos a un lugar seguro fuera del peligroso océano del saṃsāra.
1 REFUGIO EN EL BUDDHA

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