Soltar (por Ajahn Sumedho)

Si contemplamos y escuchamos los deseos, no estamos apegándonos a ellos; si no que estamos permitiéndoles ser del modo en que son. Llegamos a comprender que el origen del sufrimiento (el deseo) se puede dejar a un lado, soltarlo.

¿Cómo soltamos?

Significa que los dejas tal como son; no significa que los aniquilas o los deshechas. Es más el catalogarlos y dejarlos ser. Por medio de la práctica del dejar ir nos damos cuenta de que hay un origen del sufrimiento, que es el apego al deseo, nos damos cuenta de que deberíamos soltar las tres clases de deseo. Luego, nos damos cuenta de que hemos soltado estos deseos y que ya no hay apego hacia ellos.

Cuando te descubras apegándote, recuerda que ‘soltar’ no es ‘deshacerse de’ o ‘desechar’. Si me quedo con este reloj y tú dices, ‘¡suéltalo!’, eso no significa ‘tíralo’. Puedo pensar que tengo que tirarlo porque estoy apegado a él, esto sería precisamente el deseo de deshacerse de él. Tendemos a pensar que deshacernos del objeto es la forma de deshacernos del apego. Pero si contemplo el apego, (aferrarse al reloj), me doy cuenta de que no tiene sentido deshacerse de él – es un buen reloj; mantiene bien la hora y no es pesado para llevarlo. El reloj no es el problema. El problema es el apego al reloj. Entonces, ¿qué hago? Soltarlo, dejarlo a un lado sin ningún tipo de aversión. Luego, lo puedo coger de nuevo, ver qué hora es y dejarlo si es necesario.

Puedes aplicar esta compresión sobre el ‘soltar’ al deseo por los placeres de los sentidos. Quizás, quieras divertirte. ¿Cómo puedes dejar a un lado este deseo sin aversión? Simplemente, reconociendo el deseo sin juzgarlo. Puedes contemplar el querer deshacerte de él – porque te sientes culpable por tener ese deseo ‘tonto’ – pero tan solo déjalo a un lado. Luego, cuando lo ves tal como es, reconociendo que es sólo deseo, ya no estás apegado a él.

Así que el método es trabajar en cada momento de la vida diaria. Cuando te sientes deprimido o negativo, en el momento en el que rehúsas entregarte a ese sentimiento es una experiencia iluminadora. Cuando ves eso, no necesitas hundirte en el mar de la depresión y de la desesperación y revolcarte en él. Puedes, de hecho parar, aprendiendo a no pensártelo dos veces.

Tienes que averiguar esto por medio de la práctica ya que así sabrás por ti mismo cómo dejar ir el origen del sufrimiento. ¿Puedes soltar el deseo tan solo deseando que se vaya? ¿Qué es lo que se está realmente soltando en ese momento preciso? Tienes que contemplar la experiencia de soltar y examinar e investigar de verdad hasta que llegue el conocimiento directo. Sigue con ello hasta que este conocimiento llegue: ‘¡Ah!, soltar: sí, ahora entiendo. El deseo se deja ir’. Esto no significa que vas a soltar el deseo para siempre pero, en ese momento, has dejado realmente ir y lo has hecho con plena atención. Entonces, hay conocimiento directo. Esto es lo que llamamos conocimiento perfecto. En pali, lo llamamos ñanadassana o comprensión perfecta.

Tuve mi primera compresión directa sobre el soltar en mi primer año de meditación. Me imaginaba intelectualmente que tenía que soltar todo y luego pensé: ‘¿cómo suelto?’ Parecía imposible soltar algo. Seguí contemplando: ‘¿Cómo suelto?’ Luego, decía: ‘suelto soltando’. ‘Bien, entonces, ¡suelta!’ Luego, decía: ‘pero, ¿ya he soltado?’ y, ‘¿cómo sueltas?’ ‘bien, ¡sólo soltar!’ Seguía así, frustrándome aún más. Con el tiempo se volvió obvio lo que estaba sucediendo. Si intentas analizar el soltar en detalle, quedas atrapado haciéndolo muy complicado. No es algo que puedas entender a través de las palabras, sino algo que realmente haces. Así que solté por un momento, simplemente así.

Al igual con los problemas personales y las obsesiones. No es cuestión de analizar y empeorar el problema interminablemente, sino de practicar el dejar las cosas irse por sí solas, soltarlas. Al principio, dejas ir pero luego vuelves a tomarlo porque el hábito del apego es demasiado fuerte. Pero al menos tienes la idea. Incluso, cuando tuve aquel conocimiento directo sobre el dejar ir, solté por un momento, pero luego volví a apegarme pensando: ‘no puedo hacerlo, ¡tengo tantos malos hábitos!’ No confíes en lo molesto y despectivo que hay dentro de ti. No es de fiar en absoluto. Es sólo cuestión de practicar el soltar. Cuanto más realizas que puedes hacerlo, más capaz eres de sostener el estado de no-apego.

2 comentarios en “Soltar (por Ajahn Sumedho)”

  1. Es exactanentre lobque necesito hacercsoltar mi madrecdesdecque morrio hace 1 ano y 4 meses. Y no suelto . Hoy me de cuenta que mi mente esta enfrrma, obsessionada. Aun no compreendi bien el desapego el soltar. Puede usted ayudarme

    1. El apego hacia los seres queridos puede manifestarse de muchas maneras. A veces, nuestra mente se enfoca demasiado en lo que sentimos que nos falta: lo que extrañamos de esa persona, su compañía, su cuidado, su cariño, etc.
      Otras veces, el apego se expresa como rechazo y negación frente a aspectos que son completamente naturales, como la muerte y la impermanencia.

      Soltar, en este sentido, no significa dejar de querer o que dejen de importarnos las personas que se han ido, sino aprender a quererlas correctamente. Por ejemplo, en lugar de centrarnos en todo lo que ya no está con nosotros cuando estábamos junto a esos seres queridos, podemos cultivar gratitud por lo que compartimos, trabajar la aceptación del ciclo de vida y muerte, y permitir que la persona descanse en paz en lugar de retenerla en nuestra mente con dolor y rechazo.

      Es fundamental no generar aversión hacia uno mismo por lo que se siente. Las etapas del duelo no son una cuestión de tiempo, sino de integrar esa experiencia hasta poder llevarla conscientemente, sin pesar.
      Lo único que puede revertir la identificación personal y el apego es la compasión y la bondad: comprender que este ser, que nos ha dado tanto, ya no padece el sufrimiento de la vejez, la enfermedad y la muerte; quedarnos con los buenos momentos y con el aprendizaje que nos dejó.

      Soltar no siempre implica dejarlos ir, sino aprender a quedarnos con ellos de una manera más armoniosa y pacífica. En este sentido, un ejercicio muy útil puede ser preguntarnos: ¿Cómo me gustaría ser recordado cuando me vaya de este mundo?
      En lo personal, no me gustaría que las personas conserven una imagen dolorosa o negativa de mí; preferiría que me recuerden por haber transmitido algo bueno en su vida, que al evocarme lo hagan por algo valioso que compartimos. Así aprendemos que soltar no es desinterés, sino dejar ir la forma dañina en que nos relacionamos con la impermanencia y el cambio.

      Tu mente no está enferma ni obsesionada; simplemente atraviesa la confusión que provoca la impermanencia y la partida de los seres que amamos. Es un proceso natural. No debemos centrarnos en los plazos ni en “cuánto tardaremos en superarlo”, sino aceptar nuestras emociones y acompañar el proceso con amabilidad. Porque, si lo vivimos con rechazo, evadiendo lo que sentimos y luchando contra nosotros mismos, será mucho más difícil atravesarlo.

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