El eje central de las enseñanzas buddhistas es la trascendencia del sufrimiento, algo que puede parecernos lejano en nuestro contexto actual. Por eso es importante recordar que el Buddha fue un ser humano ordinario como todos nosotros y que su despertar fue el fruto de un proceso de cultivo y desarrollo mental, no algo que ocurrió por arte de magia, por memorizar conceptos o por prácticas milagrosas.
Existen múltiples formas de presentar las enseñanzas del Buddha, y muchas veces se organizan según lo que cada maestro considera más elemental y accesible para emprender el camino. Si bien es cierto que algunos aspectos son más fáciles de comprender y otros requieren tiempo, madurez y práctica, el proceso de aprendizaje no es tan lineal como una carrera universitaria o un manual de instrucciones, donde seguir determinados pasos en un tiempo establecido garantiza la meta.
Aquí también encontrarán esquemas que buscan orientar el camino. El Buddha los utilizó como un medio práctico, pero en la vida cotidiana sabemos que las cosas no funcionan de manera sistemática. A veces, integrar ciertos principios y prácticas resulta sencillo; otras veces, sentimos que retrocedemos; en ocasiones, creemos estar cerca del despertar, y en otras, parece que no hemos aprendido nada. Todo esto forma parte del proceso de conocernos como seres humanos. Los esquemas son mapas, las enseñanzas son herramientas, pero el proceso es individual y único en cada persona.
Al propio Buddha no le resultó fácil. Pasó años practicando con ascetas y yoguis, y dedicó su vida entera a comprender la mente y el sufrimiento.
En lugar de ver el Despertar como una meta en un horizonte lejano, proponemos verlo como un fruto que madura a medida que reúne las condiciones adecuadas. Cuando un árbol de manzanas nace, tiene en su interior todo el potencial para dar frutos; no es su meta ni un anhelo, simplemente es su naturaleza. Y cuando reúne las condiciones, el fruto nace y se desarrolla progresivamente.
Los esquemas y las enseñanzas del Buddha proporcionan la guía para reunir esas condiciones. Hablamos siempre de nuestra propia naturaleza, no de algo ajeno a nosotros. El Buddha no se proclamaba como un mesías que venía a salvar a las personas; él mismo decía que solo uno puede salir del sufrimiento, que nadie más puede hacer ese trabajo por nosotros. Nos apoyamos en nuestros amigos espirituales y aprendemos de las comunidades monásticas, pero todo esto es solo una orientación para que podamos cultivarnos mejor.
Tener esto claro es fundamental. Cuanto más conocemos sobre el Buddha, más conscientes somos de que el despertar no es un milagro, sino un potencial donde la clave está en la práctica y el aprendizaje en el momento presente. Cada uno avanzará a su propio ritmo y desarrollará su propia comprensión de las enseñanzas. Cada paso que damos es valioso; cada pequeño aprendizaje es una semilla que irá madurando progresivamente.