Si bien es cierto que el Buddha enseñó el karma como base de motivación para la purificación de la conducta y para comprender el peligro y el beneficio de las acciones, nuestra escasa práctica introspectiva hace que sea un tema sobre el cual se especule más de lo que realmente se comprende.
Primero, es importante aclarar que el kamma es una ley natural. No es un descubrimiento exclusivo del Buddha, sino una experiencia penetrante de la realidad de las acciones y sus retribuciones, dependiendo de los estados mentales desde los cuales se manifiestan dichos actos, tal como expresan los primeros versos del Dhammapada:
Cuando uno actúa o habla con la mente corrupta,
la insatisfacción causada por ello le sigue
como la rueda sigue a la pezuña del buey.Cuando uno actúa o habla con la mente clara y confiada,
la felicidad causada por ello le sigue
como su propia sombra, que nunca se aparta.
El karma no es castigo, ni destino, ni simple resultado: es volición, la acción que surge a partir de las intenciones. Y son nuestras intenciones las que determinan el resultado (vipāka).
Hasta ahí todo parece claro, pero surgen las dudas: ¿por qué a veces la gente actúa de manera perjudicial y no sufre por ello? ¿Por qué, en cambio, alguien que hace el bien continuamente no recibe beneficio alguno? En ese punto comenzamos a dudar con justa razón y podemos volvernos escépticos, incluso llegar a justificar nuestra falta de bondad y compasión.
El Buddha comprendió el karma en su totalidad a través de la práctica introspectiva, mediante la meditación. Accedió desde el reconocimiento superficial del cuerpo, las sensaciones y los estados mentales, hasta los factores que conducen a la purificación de la mente. En su proceso pasó por diferentes etapas de refinamiento mental, donde las percepciones se vuelven más sutiles y el proceso condicionado de las acciones se revela con total claridad.
Esto quiere decir que no es algo que podamos comprender teóricamente, argumentando o deduciendo mediante el análisis conceptual. Por ese motivo, el Buddha estableció que intentar entender el karma conceptualmente en su totalidad puede llevar a la confusión o incluso a la locura.
Lo que sí podemos considerar —y abrir la puerta a la contemplación— es que la telaraña del karma surge porque no es un proceso lineal. Si bien es cierto que acciones determinadas producen resultados específicos, el Buddha mencionó diferentes factores que intervienen en la relación de causa y efecto: la intención, la acción, el estado de base, si la acción fue completada en su totalidad o realizada a medias, etc.
El hecho de que dependa de múltiples condiciones lo vuelve más complejo, porque, al igual que las semillas, no todas las especies maduran en el mismo momento ni bajo las mismas circunstancias.
Es posible que muchos actos parezcan placenteros al comienzo y traigan gran sufrimiento después, o que un acto nos produzca incomodidad al inicio y sea de gran beneficio al final. Cuando estas variantes entran en juego, nuestra consciencia tiende a simplificar y quedarse con lo inmediato: si me siento bien ahora, no es malo, y viceversa. Pero todos sabemos que comer en exceso, por muy agradable que sea, termina enfermando; y también sabemos que vivir permanentemente enojados o frustrados deteriora la mente y el cuerpo. Tenemos nociones generales, pero solemos pasarlas por alto.
El Buddha dijo:
“El placer que surge dependiente de los apegos es dulce como la miel al principio, pero amargo al final.”
Que no experimentemos un resultado inmediato no significa que no exista o que no lo vayamos a experimentar en el futuro.
Por eso, aunque no podamos afirmar por experiencia directa la retribución de todas nuestras acciones —y podríamos volvernos obsesivos al intentarlo—, sí podemos ser cuidadosos y conscientes de los estados mentales que desarrollamos al actuar.
Podemos contemplar qué ocurre con nuestras acciones y su impacto, observar cómo surgen y cesan los estados mentales en relación con nuestros actos, y profundizar gradualmente en ello mediante la meditación, sin quedar atrapados en teorías ni especulaciones.



