El cuarto precepto dice: Musāvādā veramaṇī sikkhāpadaṃ samādiyāmi, “Asumo el principio de práctica de abstenerse de falso discurso”. El falso discurso se define como “la volición incorrecta con intención de engañar que, ocurriendo por la puerta del cuerpo o del discurso, suscita el esfuerzo corporal o verbal de engañar a otro”. La transgresión ha de comprenderse como intencional. El precepto no es violado simplemente por hablar lo que es falso, sino por hablar lo que es falso con la intención de presentarlo como verdadero, de este modo, equivale a mentir o al discurso engañoso. Se dice que la volición surge con la acción corporal o verbal. El uso del discurso para engañar es obvio, pero el cuerpo también puede ser utilizado como instrumento de comunicación –mediante escritura, señales manuales o gestos- y así puede usarse para engañar a otros.
Cuatro son los factores que se incluyen en el falso discurso:
(1) un falso estado de cosas;
(2) la intención de engañar a otro;
(3) el esfuerzo para expresarlo, ya sea verbal o corporalmente; y
(4) la transmisión de una impresión falsa al otro.
Dado que se requiere intención, si uno habla falsamente sin intención de engañar a otro, como cuando se habla de algo falso con la creencia de que es verdadero, no hay ruptura del precepto. Sin embargo, no es necesario que haya un engaño real para romper el precepto. Basta con que se comunique al otro una falsa impresión. Incluso si el otro no cree la declaración falsa, si uno expresa algo falso y el otro comprende lo que se le dice, se ha cometido la transgresión de hablar falsamente. La motivación para el falso discurso puede ser cualquiera de las tres raíces perjudiciales.
Éstas producen tres clases principales de falsedad:
(1) falso discurso motivado por la avidez, con el propósito de incrementar las propias ganancias, promover el propio estatus o el de seres queridos;
(2) falso discurso motivado por el odio, con la intención de destruir el bienestar de otros o producirles daño y sufrimiento;
(3) falso discurso de gravedad menor, motivado principalmente por el engaño en asociación con grados menos nocivos de avidez u odio, sin que produzca especiales beneficios ni a uno mismo ni a otros. Algunos ejemplos serían mentir a modo de broma, exagerar un relato para hacerlo más interesante, adular para agradar a otros, etc.
Los principales determinantes de la gravedad de la transgresión son el destinatario de la mentira, el objeto de la mentira y la motivación de la mentira. El destinatario es la persona a quien se dice la mentira. La carga ética del acto será proporcional al carácter de tal persona, vinculándose la mayor reprobación a las falsedades habladas a los benefactores de uno o a personas espiritualmente desarrolladas. Igualmente, la peso moral variará según sea el objeto de la mentira, el efecto de la persona que miente será proporcional a sus cualidades espirituales y a su relación consigo mismo del mismo modo que con el destinatario. Y tercero, la gravedad de la mentira dependerá de su motivación, siendo uno de los casos más graves el intento malicioso concebido para destruir el bienestar de otros. Los peores casos de falso discurso son mentir de un modo que difame al Buddha o a un Arahat, y hacer afirmaciones falsas de haber alcanzado una realización espiritual superior con la intención de aumentar los propios beneficios y estatus. En el caso de un bhikkhu esta ofensa puede llevar a la expulsión del Sangha.
Explicado por Bhikkhu Bodhi